«Recibo un correo y siento que tengo que contestarlo ya, porque si no, alguien pensará: “¿qué hace trabajando desde casa?”».
«A veces dejo el móvil en el coche por la noche para no caer en la tentación de mirar».
Estas dos reacciones aparecen en un estudio reciente de Elisabeth Marsh, a quien entrevistamos en el número 17 de Sedus Insights. Mediante entrevistas en profundidad a profesionales de entre 27 y 60 años, Marsh y sus colaboradoras muestran cómo la tecnología, lejos de ser solo una herramienta, puede convertirse en una fuente constante de presión.

¿Qué molestias aparecen con más frecuencia?
El estudio agrupa las principales preocupaciones en cinco temas recurrentes:
- Hiperconectividad: la expectativa de estar siempre disponible.
- Fatiga digital: agotamiento por pantallas, reuniones virtuales y correos.
- Problemas técnicos: fallos de plataformas o del entorno digital que cortan el ritmo laboral.
- Miedo a perder información: sensación de que algo importante puede pasar desapercibido.
- Estrés tecnológico: una mezcla de ansiedad y sobreesfuerzo causada por la interacción constante con herramientas digitales.
Citando trabajos previos, la investigación apunta que, presionados por jefes desconfiados o por la «paranoia de productividad», algunos empleados pueden añadir hasta 67 minutos extra cada día para evitar dar la impresión de no estar cumpliendo.
No obstante, aunque el foco del estudio sea el lado negativo, los autores recuerdan que el trabajo híbrido también ofrece beneficios reales para el bienestar y la productividad cuando se gestiona bien.

¿Hay culpables tecnológicos?
No hay una única aplicación que concentre todas las culpas. Sí hay consenso en que la suma de correos, mensajes instantáneos y videollamadas genera sobrecarga. Para muchos entrevistados, el problema está en la cantidad de canales y en la dificultad de mantenerse al día con todos ellos.
Además, aunque la intensidad tecnológica afecta a trabajadores de todas las edades, las investigadoras observan que las personas mayores del grupo tienden a enfrentarse a más obstáculos: aprender nuevas herramientas, adaptarse a actualizaciones o lidiar con caídas de conexión les provoca más estrés y ansiedad en el día a día.

¿Qué se puede hacer?
La sensación de saturación suele ser más una percepción acumulada que un punto de no retorno. Según las autoras del estudio, las soluciones pasan por replantear cómo se emplean las herramientas digitales en la organización: diseñar flujos de trabajo más claros, implicar a los empleados en la elección y uso de esas herramientas y formarles para que desarrollen hábitos digitales saludables. Reducir la carga mental y emocional que exige el trabajo digital es clave para proteger la salud de la plantilla y, al mismo tiempo, mejorar la productividad.
El trabajo híbrido no es intrínsecamente dañino, pero sin límites ni acompañamiento puede convertirse en una fuente constante de tensión. La invitación es clara: transformar la hiperconectividad en una conectividad inteligente, para que la flexibilidad no acabe siendo sinónimo de agotamiento.
¿Le interesaría saber más acerca de Elisabeth Marsh? Lea nuestra entrevista con ella aquí.
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